La excelencia no solo se mide con resultados académicos

Todos hemos oído hablar de los grandes descubridores o emprendedores que justamente en el colegio o universidad les iba mal o acabaron abandonándola. Asi que la excelencia no solo se mide con resultados académicos, que pone un profesor en base a unos conocimientos concretos en los que a veces la memoria juega malas pasadas.

Vivimos en una cultura orientada al rendimiento: valoramos las notas, los diplomas, los idiomas, los logros visibles. En ese entorno, es natural que muchos padres nos preguntemos: “¿Va mi hijo lo suficientemente bien en clase?”, “¿Está rindiendo como debería o he de hacer algo más para que llegue más leos?”, “¿Tiene el futuro asegurado con sus calificaciones?”

Pero ¿y si estuviéramos midiendo la excelencia con una vara incompleta?

Como consultora educativa, acompaño a familias que desean lo mejor para sus hijos, no solo en lo académico, sino también en lo emocional, lo social y lo personal.

Te comparto 3 claves para entender la excelencia y como trabajarla:

 

1. Excelencia es equilibrio emocional

Entendiendo equilibrio emocional: la capacidad de una persona para gestionar y responder de forma saludable y adecuada a sus emociones, tanto positivas como negativas

Los niños y adolescentes que desarrollan competencias emocionales son más resilientes, más empáticos y más autónomos. Saber gestionar el miedo al error, la frustración ante una mala nota o la presión de destacar… es tan importante como resolver una ecuación.

¿Cómo se entrena esta forma de excelencia?

  • Enseñando a poner nombre a las emociones y expresarlas sin miedo
  • Validando el esfuerzo, no solo el resultado
  • Promoviendo hábitos de descanso, límites sanos y autocuidado
  • Creando espacios de escucha en casa donde puedan hablar sin sentirse evaluados

Sin estabilidad emocional, ni el mejor expediente brilla.

 

2. Excelencia es la capacidad de saber tomar decisiones

Muchos estudiantes con notas que son buenas al llegar a la etapa universitaria, no saben tomar sus propias decisiones.

La toma de decisiones, la curiosidad, el pensamiento crítico o el sentido del propósito… no se enseñan en los libros, pero marcan profundamente el rumbo vital.

¿Cómo se cultiva esta excelencia?

  • Dándoles voz en decisiones acordes a su edad
  • Fomentando el pensamiento propio y el cuestionamiento sano
  • Exponiéndolos a experiencias reales (trabajos, voluntariado, tutorías, proyectos),  espabilándolos un poco!
  • Acompañándolos sin intervenir en exceso (sobre todo en discusiones en cas).

Los mejores profesionales del futuro serán aquellos que sepan adaptarse, pensar y actuar con criterio. No los que solo memorizaban respuestas.

 

3. Excelencia es saberse valioso incluso cuando no se es “el mejor”

Me gustaría que de todo el post te quedaras con esta frase, ya que ¡todos somos valiosos! y los primeros que han de creérselo son nuestros hijos/as.

En un mundo hipercompetitivo, nuestros hijos necesitan construir su autoestima desde dentro. No en función de las comparaciones externas, sino desde su valía intrínseca. No todos destacarán académicamente. Y eso no los hace menos válidos, o sea que da valor a las notas, pero más a su esfuerzo.

 

¿Cómo se refuerza esta excelencia?

  • Reconociendo talentos individuales de cada uno, académicos, sociales o deportivos, de cualquier índole sirven.
  • Evitando comparaciones constantes entre hermanos, compañeros o modelos ideales
  • Cometer errores no es fracasar, sino que es parte del aprendizaje
  • La confianza que mostramos hacia nuestros hijos es el refuerzo que necesitan, no la exigencia continua

 

Educar no es solo formar cerebros brillantes. Es formar personas felices.

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